Reflexión | Que me busques y me eches de menos, dejó de importar cuando me marché

Que me busques cuando me echas de menos dejó de importar cuando me marché. Antes de cruzar esa puerta, dejé atrás una historia de entrega no correspondida. Una compañía nunca apreciada. Un juego de máscaras sin fin que dejó de ser divertido cuando tenía que mostrarme feliz mientras coleccionaba pedacitos rotos por dentro.

Pedacitos que se iban desprendiendo del yeso de tu máscara, que intentaba retirar sin destrozar porque creía que detrás de tu ego había alguien herido. Cada vez que lo intentaba, yo me ensuciaba más. Me llenaba de quimeras por promesas que se hacían sin tener en cuenta que para mí sí tenían importancia.

Sé que me echas de menos, pero yo me fui porque sentía que siempre estaba de más. Era la actriz/actor secundario de una historia de falso amor libre que solo escondía comodidad y exigencias por tu parte. Un juego en el que siempre perdía porque jamás obtuve cartas en el asunto, en el que consideraba que era el nuestro.

Cerré la puerta no para hacerte daño. Cerré ese puerta porque a veces hay que plantarse y dejar de seguir siendo un atrezo en una obra en la que nunca entendí el argumento. Cerré esa puerta para no ser, más que eso así que ahora que me eches de menos ya no importa.

Las ilusiones falsas de las rupturas

Hay ilusiones y esperanzas escondidas tras dar un portazo. Se esconde el deseo implícito de que la otra persona » abra los ojos» y eche de menos lo que un día echó de más. Cuando eso sucede, estamos saboteando nuestra autoestima y nuestro amor propio. Damos el 100% de nuestro ser y aun así estamos dispuestos a pagar nosotros mismos los intereses a plazo fijo de las dudas e indecisiones de la otra parte.

Nos sentimos victoriosos cuando alguien reconoce tras una ruptura que nos necesita. No nos damos cuenta de que la victoria personal no se basa en ningún reconocimiento o arrepentimiento. La gran victoria es cerrar puertas para siempre cuando se dio todo y no se recibió nada.

El mayor triunfo es no reanudar una historia en la que las oportunidades para cambiar fueron infinitas y nuestra energía residía en esperar solo el cambio de la otra parte. Cerrar una puerta para siempre no es de ser fríos. Se trata de ser cálidos/as con nosotros mismos.

Cuerda rompiéndose

Posponemos nuestra tranquilidad emocional al otro implicado, como si nuestro criterio propio no fuese suficiente para acreditar y darnos cuenta de que nos hemos consumido por dentro y un «lo siento» tardío no cambia nada. Un «te echo de menos, vuelve» sin ofrecer ningún tipo de cambios nos expone a acceder de nuevo a la ruleta rusa de una relación llena de lagunas.

Escrito: Cristina Roda Rivera