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El Sol, como veis, se comporta de la forma más natural posible. Por la sencilla razón de que no siempre arde con la misma fuerza. Todas aquellas oleadas que se desprenden del Sol y atraviesan el Universo a través de rayos cósmicos que llegan hasta nosotros, en realidad lo hacen no siempre con la misma intensidad, no siempre con la misma fuerza ni las oleadas solares llegan siempre a la misma altura. Y es más, vuelven otra vez al Sol. Esas oleadas de calor, esas oleadas que se desprenden del Sol, para ser más concreto, tornan nuevamente al Sol.

Cuando así vemos las esperanzas, nace en nosotros la paciencia, que es lo que realmente hace al sabio. Y ya que la paciencia hace al sabio, lo que no podemos es ir andando impacientemente por la vida pensando que una vez sembrada la simiente podemos recoger su fruto. Porque es verdad aquello que nos dijeron que uno es el que siembra y otro el que recoge.

Igual verdaderamente sucede con las personas. Porque en realidad, alcanzamos la madurez de nuestra plenitud vital no en el momento de nacer ni mucho menos cuando somos jóvenes; pues cuando somos jóvenes tenemos sí mucha energía, pero poca madurez. No quiero decir con esto que ciertas personas lleguen de alguna forma u otra a enfocar la vida con mucha más seriedad. Pero, sin embargo, esas personas por más seriamente que lo enfoquen, no son aún maduras; pues, el fruto es cuando es la época de recogerlo. No antes ni después. Después no, por la sencilla razón de que si lo recogemos cuando ha pasado el tiempo de la cosecha, el tiempo de recoger el fruto, sucede que ya no tiene en principio ni el mismo sabor y luego, pues, está dañado. Es un fruto dañado. Y si se recoge antes, es un fruto demasiado verde. Y, en concreto, no tiene esa madurez, ese tónico de ser un fruto maduro.

Ahora bien, una vez que se consume ese fruto va a pasar a las entrañas del organismo humano. Y son degradadas, en principio, por las enzimas hidrolíticas de la saliva que van degradando el alimento paulatinamente y a través de varias etapas, y a través de varios procesos enzimáticos, llegando hasta el estómago donde, aún allí siguen recibiendo degradaciones el alimento. Y después viene el proceso de distribución de ese fruto. Unas van a las arterias, la mayor parte siempre y cuando sea el tipo de fruto que necesiten las arterias. Luego, pues, otro va a parar prácticamente a, precisamente a través de ese sistema nervioso central y periférico, va a parar a los músculos, y los va a activar a medida que vayan recibiendo los músculos esas descargas eléctricas, por decirlo de alguna forma, ese nivel de saturación o ese nivel, ese cambio de intensidad de la corriente que siempre sucede en un estímulo, ya no cardiaco pero sí un estímulo que se da del nervio al músculo, para que éste funcione.