Reflexión | Lo que tenga que volver, volverá, en otras formas y en otro momento.

Al final, llega un instante en la vida en el que uno aprende a dejar ir ciertos sueños, ciertas amistades y algunos amores que en un momento dado lo significaron todo. Sin embargo, lo hacemos a sabiendas de que lo que tenga que volver lo hará de otras formas, con otros rostros, con otras sonrisas más sinceras y con nuevos vientos capaces de reiniciarnos una, diez y mil veces.

Resulta curioso como el mundo de la literatura infantil nos ofrece en ocasiones maravillosas enseñanzas para el crecimiento personal que valdría la pena tener más en cuenta. Un ejemplo de ello lo tenemos en «El mago de Oz» de Lyman Frank Baum. En esta pieza inolvidable de la literatura conocemos a una joven muchacha que arrastrada por un poderoso tornado llega a un mundo extraño y desconocido.

«No puedo volver al ayer, porque ya soy una persona diferente»

-Lewis Carroll-

Desde que Dorothy llega al mundo de Oz, solo ansía una cosa: volver a casa. Poco a poco su miedo inicial ante esa nueva y aterradora situación va disminuyendo gracias a sus nuevos y singulares amigos, a sus zapatos de plata y una meta muy concreta: llegar hasta el mago de OZ para pedirle que la devuelva a su hogar. Para lograrlo, no tiene más que seguir el camino de baldosas amarillas.

Así, y al final de tantas y tantas aventuras y desventuras, la joven protagonista descubre que en realidad, el poder para volver a su hogar siempre había estado ahí, en su propio interior. Sin embargo, ese viaje fascinante resulta ser clave para despertar una a una sus fortalezas personales y esa valentía sin igual que también nosotros custodiamos en algún rinconcito de nuestro ser.

Perdernos, alejarnos de nuestros caminos de siempre no es tan malo como puede parecer en un principio. Dejar ir ciertas cosas, ciertas personas, proyectos, sueños y ambiciones tampoco es ninguna fatalidad. Porque al final, lo que cuenta son los pasos y todo lo aprendido. Solo así permitiremos que en su momento vuelva lo que tenga que venir, mientras avanzamos por ese camino de baldosas amarillas que es el propio crecimiento personal – o incluso ese «sendero dorado» del que nos habla el Budismo-.

Camino de baldosas amarillas

Lo que tenga que volver lo hará en su momento y en su lugar, mientras tanto seguiremos adelante

Andrea es ingeniera. Ha creado un sofisticado y original transporte para mascotas que se adapta a los asientos traseros de los automóviles, garantizando la total seguridad y comodidad de los animales de compañía. Cada vez que presenta su proyecto a un empresario explica que, con su propuesta, se salvarían la vida de infinidad de animales que ahora fallecen en accidentes de tráfico por no ir protegidos.

Hasta el momento solo una persona se ha interesado en la idea de Andrea, pero tras ese primer «sí», la empresa se ha echado atrás justificando que no lo veía rentable. Sin embargo, nuestra protagonista no se ha venido abajo. No se rinde ni ha permitido que se derrumben ni una sola de sus ilusiones. Andrea entiende que debe seguir trabajando, se ha dicho a sí misma que tal vez deba innovar en otros materiales más económicos, pero igualmente seguros, tal vez deba abrirse a otros mercados, presentar su idea en el extranjero…

Sabe que las oportunidades volverán, pero lo harán en su momento y en su lugar. Tiene plena confianza en que vendrán más personas y organismos atraídos por su proyecto y por ello, no deja ni un solo día en invertir tiempo, ideas y esfuerzos en su propósito. Lo más probable es que esta joven ingeniera obtenga éxito tarde o temprano porque tal y como nos dice el filósofo José Antonio Marina, el talento es inteligencia en acción, y aunque a veces creamos que todo está perdido, el camino de baldosas amarillas siempre está ahí… Delante de nosotros.

Mujer con corazón a la espalda pensando en el momento presente

Perder, recibir una negativa como respuesta, fallar, tropezar tres veces con la misma piedra o incluso enamorarse de la persona menos adecuada del mundo, tiene su finalidad: asumir un aprendizaje. Aún más, todos estos baches en el camino equivalen a tener que mejorar a la fuerza nuestros propósitos vitales, porque después del «tornado» llega la calma y la obligación de tejer un objetivo personal mucho más hermoso, más digno, más fuerte y ante todo resistente.

Tarde o temprano las oportunidades volverán y cuando lo hagan, estaremos perfectamente preparados.

Todo lo que vuelve, lo hace de manera diferente

Las estrellas están tan lejos de nosotros que incluso la luz de las más cercanas tardan años en llegar hasta nuestro pequeño planeta. Sin embargo, a veces no lo recordamos, y hay noches en que nos deleitamos señalándolas una a una sin recordar que tal vez, muchas de ellas ya no existen, que explotaron hace mucho, desintegrándose en el vacío cósmico en forma de polvo de estrellas.

«No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad»

-San Agustín-

No todo lo que vuelve hacia nosotros es auténtico, lo sabemos, como la luz de esas mismas estrellas. A veces perdemos un amor y esperamos que vuelva uno mejor, uno más apasionado, más luminoso y romántico. Otras veces, dejamos escapar una oportunidad y esperamos volver a tener la misma suerte lo antes posible, en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, nada de esto se tan rápido como esperamos o de la forma que soñamos.

Hay que ser pacientes y entender que las cosas vuelven, no hay duda, pero siempre lo hacen de forma diferente: con un amor más tranquilo y enriquecedor, tal vez. Con una oportunidad menos reluciente, pero quizá más provechosa.

Se trata solo de ser receptivos y de calzar, a fin de cuentas, esos mismos zapatos plateados que llevaba Dorothy en el Mago de Oz. Porque en realidad, aunque el cine nos quiso hacer ver que eran rojos, el autor del libro Lyman Frank Baum los imaginó plateados por una razón muy concreta.

Pájaro volando

Los zapatos de Dorothy representaban el «hilo de plata» del crecimiento espiritual. Es el vínculo mediante el cual adquirimos una visión más nítida de las cosas y de nuestra propia identidad para alcanzar la sabiduría. Para entender que la vida es un viaje en el que ganamos y perdemos cosas, donde nada es permanente y donde cada cosa que llega hasta nosotros es un regalo exclusivo que saber aprovechar.

 

Escrito: Valeria Sabater