Reflexión | Te mereces el amor que das a los demás

Te mereces el amor que siempre das a los demás, el mismo afecto sincero, desinteresado y auténtico. Sin embargo, aquello que ofrecemos no siempre nos es devuelto del mismo modo, con la misma intensidad y calidad. La vida no es un boomerang, lo que das no siempre vuelve, pero aún así, rara vez nos rendimos en nuestro afán por ofrecer lo mejor.

A la mayoría de nosotros nos han dicho en algún momento aquello de que para atraer a alguien hay que hacer cosas “buenas” por esa persona. Es entonces cuando iniciamos toda esa dinámica orlada por los más variados detalles, favores, preferencias, regalos, halagos… Sabemos que el afecto se gana con atención, pero en ocasiones no sabemos medir los límites.

Y no hablamos solo del proceso del cortejo. El mundo está lleno de dadores sin fronteras, de perfiles que no son conscientes del coste irreparable de ofrecer el alma entera sin recibir nada a cambio. Son personas que se comprometen en los demás en cada fragmento de su ser, pensando que esa inversión no solo vale la pena: vale la vida. Sin embargo, en materia afectiva, los sacrificios extremos no siempre son buenos. Dejan secuelas y atentan seriamente a nuestra integridad psíquica y emocional.

Te mereces el amor auténtico, no un mal sucedáneo

Todo aquello que se cuida prospera. Lo vemos en nuestras plantas, cuando las ponemos al sol, cuando las abonamos, retiramos sus hojas viejas y las trasplantamos a macetas más grandes para que expandan sus raíces. La atención, la preocupación y el afecto nos hacen crecer en todos lo sentidos y en todas direcciones. Ahora bien, puesto que el jardinero se preocupa por sus plantas, no podemos dejar de lado el hecho de que el propio jardinero también necesita atenciones. Y este, es un pequeño detalle que a menudo se nos olvida.

Hay quien lleva décadas ofreciendo un amor resplandeciente, un caudal de atenciones y emociones que no siempre le son devueltas con esa misma carga positiva. Son personas que de algún modo, se han limitado a aceptar un amor de tercera, un sucedáneo que lejos de nutrir, envenena, pero aún así lo asumen un día sí y otro también. Si nos preguntamos ahora qué explica este comportamiento o el acto de quedar encallados en relaciones sin reciprocidad, la respuesta es mucho más compleja de lo que pensamos.

Podríamos hablar de la falta de autoestima, pero hay mucho más. Cuando estas personas acuden a terapia lo primero que llama la atención de los expertos es el flujo del diálogo interno de esos pacientes. En el momento en que les pedimos que hablen de sí mismos y se definan, podemos escuchar cosa como “soy el segundo de tres hermanos, y ya sabes lo difícil que es eso, nadie te hacía caso”, “soy comercial, o administrativa, tuve que ponerme a trabajar pronto y no pude estudiar, ya sabes, se quedaron en el camino un montón de sueños…”

Lo que vemos muy a menudo son vidas truncadas. Intuimos una aceptación resignada y la sensación de que en el fondo, se perciben como tristes merecedores de esa realidad de claroscuros. Se rinden a relaciones que no les ofrece precisamente la felicidad, pero que dan por válidas porque no se ven capaces de aspirar a algo mejor, porque a su parecer, la vida los ha situado siempre en una segunda fila donde aceptar lo que venga.

Y aún así, lo excepcional de estos casos es que son capaces de darlo todo por quienes conforman su vida, porque el acto de ofrecer amor y atención es su mejor valía, es su mayor habilidad y sin ella, si no lo hicieran, se sentirían aún más frustrados.

Ofrécete aquello que necesitas

Te mereces el amor que das a los demás, pensarlo así no es un acto de egoísmo, sino de integridad, de dignidad personal. Llevas mucho tiempo siendo jardinero, siendo arquitecto único de unas relaciones donde tú has puesto los pilares, los cimientos, las paredes y dónde solo tu cuidas de que ese techo no se caiga para que el amor esté a salvo, a cubierto, a buen recaudo. Y sin embargo, tú estás fuera, y el frío ya te quema.

Te mereces el amor que una vez soñaste y que de momento no percibes. Lo decíamos al inicio, la vida no es un boomerang donde a uno se le acaba devolviendo lo que lanza al aire o al corazón de los demás. A menudo ese boomerang se queda a medias o simplemente, ni inicia el camino de vuelta. Así que deja de hacerlo, deja de esperar una reciprocidad que no acontece, y deja de invertir tu cuota de vida en una inversión que lejos de dar ganancias te trae pérdidas.

Te mereces el amor que no duele, que llena y hace crecer. Debes ser exigente y sentirte merecedor de él, y para ello, nada mejor que cambiar de estrategia. Deja de ser “dador” para convertirte en receptor. Puesto que eres el mayor experto en ofrecer ese afecto que da alas y que valida a los demás para situarlos en el mundo como las figuras más relevantes, sé ahora tú el receptor de ese amor. Valídate a ti mismo, nutre tus raíces y retoma esos sueños que un día quedaron truncados, deja a un lado el conformismo y la aceptación que oxida. Libérate para reencontrarte.

Escrito: Valeria Sabater
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